La plenitud de la vida

25 junio

Harta del neoliberalismo, del abuso de autoridad, de las prisas, harta de los competentes y las competiciones, de la comida basura, de la ropa de marca y los televisores de plasma, del toque de queda.
Harta del modernismo, de los clichés y las modas, de los clones, de la burocracia y los tecnócratas. Harta de la justicia robada, de las verdades compradas, de los informativos, de los debates de televisión, de los partidos de televisión, de las series de televisión. De la televisión.
Hasta los ovarios de los plenos del congreso y del congreso, de los congresistas y de alimentar con nuestro sudor toda su familia. Hasta los ovarios de este machismo de base, del pánico a la mujeres libres y de los que juegan a privatizar sus úteros. Harta de no beber en los parques, de no fumar en los bares y de quitarle el mono a policías drogadictos con mis canutos y aguantar su prepotencia.
Harta de las exigencias y de la falta de todo: de amor, de besos, abrazos, arañazos, sonrisas, miradas complacientes, miradas sexuales, miradas furtivas, miradas de comunicación, de complicidad, de empatía, de sentido común, de sentido, de paz.
Harta también de la apariencia, de la gente que 'va de' y no es absolutamente nada, de los "tenemos que vernos, eh", de los que creen que influyen, de los medios de información, de las radio-fórmulas. Harta del sistema educativo, de las clasificaciones, del menosprecio a la creatividad.
Harta de acumular y acumular, de comprar y comprar, de gastar y tirar.
Harta del "acuéstate temprano", "no fumes", "no te drogues", "come a tu hora", "pórtate bien", "cuídate"... que no me cuido, joder, que no quiero vivir hasta los ochenta para jubilarme a los sesentaysiete, que muy bien lo tenéis que pasar en el asilo los que os torturáis cuidadosamente de críos. Harta de la seriedad, de la insaciabilidad, de la insatisfacción, de la puntualidad, del tiempo, los relojes, los horarios, las horas y todo lo que coarta mi libertad de decidir qué y cómo en cada momento. Harta del amor cursi, del casarse (porque sí), de tener hijos (porque así ha de ser), del amor insano, de la propiedad, de que intenten reprimirme, de que os repriman. Harta de la unilateralidad del amor y su lucha de egos, harta del amor que te venden en las marquesinas y cumplís a raja-tabla, harta de las cabezas cuadradas y del maltrato.
Harta del S.XXI y de las luces, del consumo exagerado, de las casas que joden las primeras líneas de playa, de las carreteras que dividen montañas, de los eufemismos y de los que siempre quieren quedar bien (por encima de todo). Harta del miedo que nos infunden y no nos deja follar tranquilxs.
Harta del rey, de la reina, del príncipe, de las infantas, de sus primos, sus cuñados, sus tíos, sus yernos, sus abuelos y todos sus muertos. De la realeza y de los vagos que viven a costa del resto. De la heteronomía hasta los treinta, de los colegios de curas, de los curas y sus curas. De las multinacionales, de los monopolios, de Monsanto, de los empresarios, de las empresas, harta de la jerarquía, de la oligarquía. Harta de esta democracia. 

Harta de que le hayamos robado plenitud a la vida. 
Harta de ser cómplice de todo esto. 
Harta de no saber cambiar nada sin el resto. 
Harta de estar harta.

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