¿Me entiendes?-contestaste imitando en tono "burleta"mi dulce voz, que a mi parecer me resta diez años a los diecisiete que tengo.
Y fue en ese momento cuando me di cuenta de que nada de lo que te acababa de preguntar se iba a quedar guardado en tu memoria. Que nunca llegarÃa a saber cuál crees que es la mejor manera para llegar a la isla de Angtong, y una vez allÃ, encontrar un sencillo chiringuito de playa donde comer pescado recién pescado. Ni por qué a pesar de no entenderme, me mirabas fijamente a los ojos mientras sonreÃas y unos tÃmidos hoyuelos aparecÃan en tus oscuras mejillas.
O quizás eso último sà lo entendÃa.
Y es que tú y yo nos entendÃamos .
Tú deshacÃas el iceberg que habÃa en mi interior con la pureza de tu ser.
Y yo desataba una suave brisa gélida que calmaba tu piel manchada debido al dichoso sol tropical que te acariciaba desde siempre con sus ardientes rayos.
Si eso no es entenderse,
Si eso no es entenderse,
no sé qué lo es.
¡Nos vemos mañana en Koh Tao! – gritaste desde tu barco mientras zarpaba y sonreÃas de oreja a oreja.
Una estúpida sonrisa y un tono rojizo se apoderaron de mi cara.
¿Como sabia aquel extraño (no tan extraño) que mañana iba a ir a Koh Tao?
¿EstarÃa él dispuesto a seguir el rastro de mi deshielo por la isla tailandesa?
Sinceramente no sé a quién pedÃrselo.
No sé quién tiene el poder de la casualidad.
O si es libre,
Cómo tú y yo,
Cómo nosotros;
Si nos encontramos mañana.