Esta chica, por lo triste que está, sigue teniendo unos ojos increÃbles.
Aunque se nota que tiene miedos, muchos miedos, tantos como ganas... Los hace temblar ante ella, se esconden, y ya no vuelven.
Los chicos, digo.
Todos tenemos un ojo más potente que el otro, el que dirige y sostiene el peso de la mirada. Ella lo sabe y te come, te hace arder, y te deshace si te mira más de cinco segundos.
Si arquea la ceja y entreabre sus apetecibles labios, considérate hombre muerto.
Besarle en los dedos, jugar con sus aros dorados, acariciarle la mandÃbula y admirar su cadera... placeres con los que sueño despierto siempre que la veo.
No quiero ser nunca inferior a ella, no quiero estar a sus pies. Quiero admirarla, ver como araña a la vida y que se luzca ante mi. Mi chica revolucionaria, quiero observarla y conocer sus juegos y armas, sus creencias y objetivos, y asà sorprenderla e intrigarla.
Romperle todos sus esquemas.
Que todo se le vaya de las manos.
Esta chica me gusta porque no abusa de las palabras y le rebosan los hechos de las manos.
Esta chica me gusta porque siento que me consume la vida cada vez que me cruzo con ella,
y volverÃa a cruzar mil veces más si asà llego a besarla,
porque, ¿de qué sirve un beso, si no mata un poquito?