Narración

Aquella noche

14 enero

Espero que cuando la luna salga esta noche, vuelva a pintarse los labios color carmín, a ver si así consigue que la mires, y puestos a pedir, que la beses ya de una vez.
Dice que te sigue, que se viste de blanco y va cada noche al bar de siempre, a la misma hora. Va a ver si hoy, por casualidad, cuando estés en tu nube (entre copa y copa) levantes la vista de la barra del bar y te des cuenta de que hasta cuando estas en la oscuridad hay algo que brilla, algo que incluso a veces, te sonríe.


Aquella noche la luna estaba muy gata.
Aquella noche la luna brillaba y maullaba. 
Fueras quien fueras, tú estabas muy tú y eso era mucho mejor que todo lo que podía pasar.

Aquella noche, mirando más allá de la barra, por primera vez, la gente era invisible. Los coches no hacían ruido, la lluvia nos daba vida, las sonrisas sonaban más dulces y pellizcarte el culo era el mejor juego para poner la mano en el fuego e intencionadamente e inevitablemente, quemarme.

Aquella noche tropezamos adrede como tontos con todas las piernas para caernos y acabar dándonos más de un revolcón de los buenos.
Aquella noche las estrellas nos importaban un carajo si tú y yo nos teníamos el uno al otro.
Aquella noche todo lo que no era tú me a sabia a ti y tu me sabias mejor de lo que sabían todas las demás cosas.

Quizá aquella noche no follamos ni te agarre fuerte del pelo como a mí me hubiese gustado, pero aun así, fue una noche especial. Desde entonces, todas las calles  en las que besé tus labios color carmín (y en las que no, también) me saben a ti, y beso otros labios y estos me saben a cerveza y a ti, a vodka y a ti, a tabaco y a ti. A ti a ti, siempre a ti.

Y no es que te eche de menos, (que sí), es que echo de más este malestar que es no tenerte.
Y no es que te eche de menos, (que sí), es que no me sale de dentro estar sin ti.